Primera Plana

El Blog de Rafael Álvarez Gil

Bayoneta digital

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Si ya no nos ponemos de acuerdo en qué es un genocidio, es que el orden internacional está roto. Y entonces tenemos otro problema añadido. Si a estas alturas del exterminio de Benjamín Netanyahu contra el pueblo palestino, aún planea la duda y Estados Unidos entabla descrédito frente a la ONU, es que el mundo que conocimos tras la Segunda Guerra Mundial (tanto el de la Guerra Fría como el posterior unilateral estadounidense fruto de la caída del Muro de Berlín) se ha finiquitado por completo. Y entre un mundo y otro, sobrevienen crisis que, con frecuencia, adopta la forma de conflicto bélico.

Las guerras que vendrán podrán ser muy digitales y sofisticadas, pero guerras son. Las guerras las pagan los de siempre. Es más, dudo que en la franja de Gaza les importe el nivel de detalle tecnológico de lo que están sufriendo. De hecho, a muchos les hubiera gustado morir hace meses, ser de los primeros en caer y no mutilarse, para así ahorrarse el sufrimiento posterior y encima ver morir a los tuyos. Los judíos que salieron vivos de los campos de concentración de la Alemania nazi se quedaron el resto de la vida con la cosa de por qué todavía vivían y el resto había muerto. Un desgarro vital, una incógnita ante la vida, que la ausencia de los camaradas agudizaba. En Gaza los que todavía respiran tendrán que preguntarse algo similar. Palestina hace mucho que es un campo de concentración a cielo abierto.

En el siglo XIX las familias acomodadas se apostaban en un promontorio a observar el desarrollo de las batallas. Por supuesto, en el fregado no estaban sus hijos. Si acaso, los descendientes estaban al lado junto a sus progenitores sentados en cómodas butacas para ver también como morían los otros en lontananza. Desprecio y clasismo rezumaban desde la lejanía con sus prismáticos.

Fue la Segunda Guerra Mundial la que llevó la guerra a las grandes ciudades. Las bombas sustituyeron a las bayonetas. Y los bombardeos del llamado bando nacional sobre Madrid, Barcelona y Bilbao, entre otros sitios, anticiparon lo que ocurriría a partir de 1939 en el Viejo Continente cuando Adolf Hitler tuvo su orgía de sangre y ego perpetrando una masacre histórica. Cuidado porque el recuerdo y el dolor dicen que solo dura dos generaciones. Luego todo se olvida. Ignoro cómo serán los próximos años. Mas me cuesta creer que un genocidio, como el que arrasa Gaza, no tenga consecuencias. Si Israel hace y deshace al alimón del silencio cómplice de Estados Unidos, y todo vale, ¿qué futuro nos aguarda? Pensábamos que teníamos garantizada la paz desde el sofá y, sin embargo, no fue un regalo; en cualquier instante todo puede ir a peor, y nos coge anestesiados y desorganizados.