Primera Plana

El Blog de Rafael Álvarez Gil

Sinhogarismo

Sinhogarismo

Lola Padrón y José Manuel Bermúdez trataron ayer, junto a los equipos respectivos, la problemática del sinhogarismo en Santa Cruz de Tenerife. En realidad, es difícil cifrar con exactitud cuántas personas están sin techo estable en un municipio. Para empezar, porque en el caso de Santa Cruz de Tenerife (como cualquier capital) dispone de un polo de atracción de personas de otras latitudes de la isla. A buen seguro, el sinhogarismo es mayor en áreas urbanas que rurales. Segundo, porque el sinhogarismo va ligado, por un lado, a la asistencia y eficiencia de los servicios sociales y, por el otro, a la cuestión de la vivienda. Este extremo último se ha agravado e irá a más; especialmente en el archipiélago.

Invertir en servicios sociales tiene el hándicap que los resultados no son inmediatos y que, encima, no vende electoralmente. Es de esas cosas que cualquier gestor público debe hacer y, en cambio, no luce en primera instancia. Por no olvidar que todo aquello que inviertas en esta área se antojará siempre insuficiente, y así es.

Es más, el sinhogarismo está casado indefectiblemente a la pobreza urbana. Es la imagen esencial de los desfavorecidos en el llamado primer mundo. Se define, por ejemplo, en zonas metropolitanas de alta densidad en Estados Unidos que, luego, se ve en las películas con las noches a cuestas y los indigentes en el metro.

Al margen de que Padrón y Bermúdez sepan que necesitan de la conexión y esfuerzos corales de las administraciones, ¿por qué razón será que llevamos tanto tiempo sin poder arreglar esto? Los que anidan en el sinhogarismo son después los primeros en sufrir el odio al pobre, que se manifiesta en palizas o quema de mendigos en el recinto de un cajero automático. Otra vez, los valores. Probablemente, la aporofobia crece al alimón de la intolerancia y toxicidad que acechan hoy a las democracias. Tenerle odio al pobre es un enorme síntoma de soberbia. No cabe duda que el libre mercado (tan santificado) nunca se ocupará de estos menesteres. Pero no solo es eso, es que los propios representantes públicos tienen que redoblar energías en este campo aun sabiendo que no otorga votos.

De hecho, esas mismas personas atrapadas en el sinhogarismo no votarán. Si no están incluidos en la sociedad, se apartan y no participan; nunca serán ciudadanos. La pobreza aleja de la implicación política; sea en Canarias, Madrid, Londres o Nueva York. Los inmersos en la indigencia son, sin duda, drama prioritario que debe atraer el foco de las administraciones públicas. No hay gran ciudad o capital que no tenga que hacer frente al sinhogarismo. Un dramón que reluce de noche, cuando el resto de mortales duermen.