No se puede ser tolerante con el intolerante. La democracia es frágil. Vox es una amenaza democrática. Desde luego, pueden concurrir múltiples partidos de derecha (no solo el PP) pero deben incardinarse dentro del juego democrático en el que no se trate de instrumentalizar las instituciones para ilegalizar a los demás (léase, especialmente, los nacionalismos periféricos). La democracia de Vox, en su concepción, sería si acaso muy restrictiva. Como aquellos aperturistas de la dictadura franquista que, en el mejor de los casos, estaban dispuestos a ampliar las libertades electorales pero que llegase solo al PSOE; una faramalla para intentar hacer ver a Europa que éramos una democracia, cuando ciertamente no lo fuimos. Todo lo contrario. Hasta aquel artificio de la democracia orgánica del franquismo no resistía ni media bofetada bajo los cánones europeos.
En la película ‘7 días de enero’ (1979) se narra la matanza de los pistoleros de la ultraderecha contra el despacho de los abogados laboralistas en Atocha, vinculados a Comisiones Obreras, en enero de 1977. Eran aún las comisiones obreras en minúsculas; el sindicato no se legalizó hasta abril de 1977. De hecho, en cambio de lo que los fascistas pensaron, y al calor de la solemnidad y respeto que guardó el entierro de los asesinados, Adolfo Suárez aceleró la legalización del PCE. Consiguieron, por tanto, justo lo contrario.
En realidad, el interés del largometraje de Juan Antonio Bardem no reside solo en cómo fue el asesinato (bien descrito, en todo caso) sino en el ambiente que reinaba en Madrid durante la Transición. La pugna entre los inmovilistas del franquismo (con el dictador recién fallecido en la cama) y las movilizaciones sociales en la calle, es el telón de fondo. Los temores, la intensidad de la lucha, las represalias… Una Transición que no fue, para nada, un cuento de hadas. A ver cómo cuenta aquello Juan Carlos I en su libro de memorias que va a salir en breve a la venta.
Así las cosas, el franquismo sociológico que rezuma Vox, esta ultraderecha actual, está retratada en la obra de Bardem. Vox no es, por consiguiente, un partido de derechas al uso como los que concurren en otros países europeos que compita con el PP. Por el contrario, la extrema derecha es la regresión personificada que daña la democracia como sistema de mantenimiento del poder que albergue el derecho de las mayorías. Si fuese por las generaciones previas a los que mandan en Vox, hoy no tendríamos democracia.










