Primera Plana

El Blog de Rafael Álvarez Gil

No era esto

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A nadie se le escapa la envergadura de la crisis política que atraviesa el Cabildo de Gran Canaria, y que irá a más. No se podía imaginar en 2015 un desenlace así. Primero, porque se daba por sentado que la Presidencia de Antonio Morales era un arranque de NC para prolongarse en el tiempo, vía Teodoro Sosa. Era un punto de salida, no un final. Por el contrario, reviste ahora como un paréntesis; un largo paréntesis (2015-¿2027?), pero paréntesis a fin de cuentas. El problema principal que subyace en la guerra cabildicia es que aún queda más de un año y medio para la próxima cita electoral. Es mucho tiempo, demasiado calendario aún. No estamos hablando de unas semanas o escasos meses, de estar a las puertas de la campaña electoral. Esto hace todavía más endiablada, si cabe, la consabida crisis política que derivará (si no lo ha hecho ya) en institucional.

De verdad, ¿unos y otros van a estar más de un año y medio con reproches mutuos, relatos políticos opuestos y gobernando juntos? Voy más allá, si piensan que se puede seguir de esta forma dentro del Cabildo de Gran Canaria mientras gestionan como el que no oye llover, a la vez que hemos asistido a episodios de transfuguismo, más los que están en modo submarino a verlas venir…, es un craso error; la crisis de representación y desafección ciudadana con respecto a la democracia, al alimón del peligro del auge de la extrema derecha en el Viejo Continente y en España (Vox), hacen impensable semejante teatralización en la Casa Palacio de Bravo Murillo por tan prolongado tiempo. Al final, perderán todos.

Por otro lado, mejor o peor, tanto Teodoro Sosa tiene derecho a creer en una especie de PNV como Luis Campos a liderar un BNG, ERC o EH Bildu. No era lo esperado hace una década, pero es lo que hay. Sin embargo, mantener esto así hasta 2027 sería kafkiano y desagradable. Realizo este análisis por encima de las visiones legítimas de los distintos partidos, en términos de credibilidad democrática. Y lo hago subrayando que se ha llegado tan lejos, que no tiene vuelta atrás. De ahí, asimismo la incomodidad que presupongo estará viviendo Morales, que mecerá entre su criterio ideológico y los apegos emocionales de estar diez años trabajando con las mismas personas. Su silencio institucional, que tendría que ser tan dilatado hasta 2027, que ya es mucho decir, no casa con su pensamiento de persona ubicada en el nacionalismo de izquierdas, en la izquierda canaria. No tiene que ser grato verse inmerso en este laberinto acompañado, a buen seguro, de desvelos en la madrugada y confidencias en familia.

Francamente, no observo solución a esta crisis política y, pronto, institucional que atañe al Cabildo de Gran Canaria. Si la tuviese, vive Dios que la pronunciaría. Lo que sí estoy convencido es que no es congruente estar más de un año y medio zarandeados por la guerra entre siglas a la par que gobernando como si no pasara nada. La ciudadanía tiene criterio. Por no olvidar que los que depositaron su confianza en esta papeleta desde 2015, cuando menos demandan madurez y entereza en medio de la tempestad, y no un espectáculo creciente. Incluso, podría producirse antes o después el paroxismo, en una actitud de perversión narcisista, que los de una formación le espetaran a la otra: ¿y si no comulgabas con lo que estaba aconteciendo en la institución insular, por qué no te marchaste o hiciste algo al respecto cuando tuviste oportunidad? Y entonces, la misma ciudadanía pensará que el que lo diga atesora toda la razón. Si tan ideológico es el trance actual, y lo es, entre NC y Primero Canarias, enseguida afloran los valores y principios que casi nunca, por no decir nunca, deberían guardar estrecha relación con los extremos materiales de mantener cargos y sueldos. Desconozco qué ocurrirá, pero una gobernanza así, más de un año y medio, se antoja insostenible. Y, desde luego, Gran Canaria no lo merece.