Hoy toca elecciones en Extremadura. La primera vez que, siendo comunidad autónoma del régimen común, se desmarca en el calendario electoral del resto. En Madrid supondrá un test importante, a la espera de lo que sobrevenga en 2026. Al margen de quién gane, lo realmente relevante es cómo gane y con qué diferencia con respecto al segundo. Esa letra pequeña será la que esta noche se escrute, de verdad, en las sedes estatales de los partidos.
Si al PP se le atravesó en 2004 la derrota inesperada en las urnas tras los atentados de los trenes de Atocha, tras la intervención en Irak de José María Aznar, al PSOE (a una parte del PSOE) le ocurrió algo similar entonces con el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Si Cataluña, ya de la mano de Pasquall Maragall, con el PSC del tripartito, aspiraba a mayor descentralización autonómica, ¿qué quedaría para los barones territoriales socialistas del sur?
Extremadura era para el PSOE mucho más que un granero electoral y fuerte institucional. En Extremadura residía el componente territorial opuesto al de Cataluña. Un relato de ricos y pobres. Podría haber dos presidentes autonómicos socialistas respectivos, pensemos en el extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra y en el catalán Maragall, para que la tensión estuviese garantizada.
El libro de Ibarra, ‘Rompiendo cristales. Treinta años de vida política’ (Planeta, 2008) ahonda en el componente de riqueza y pobreza, tanto individual como colectiva, desde las primeras páginas. En estas, en el inicio del texto, narra el infarto que sufre en Madrid justo después de una noche en la que cena con líderes socialistas donde se respira el mal ambiente fruto del ‘Estatut’ y el debate territorial que se vivirá al día siguiente en el Senado, y al que el presidente de Extremadura no podrá acudir producto del infarto referido del que felizmente se salvó.
Ibarra no se reconoce en este PSOE. El ‘sanchismo’ ha hecho al PSOE irreconocible. Mas difícilmente esto cambiará. Si en Extremadura se inicia hoy un reguero de derrotas electorales, todo será más turbio en Madrid. Por eso el PP trata de sacudirse la presión de Vox, para no dejarle esa baza a Pedro Sánchez (quizá la última a su disposición). Son trances entre partidos en la capital del reino que poco tiene que ver con aquellos otros que protagonizaban Ibarra con respecto a los jefes catalanes, fuesen de CiU o del PSC. Como se abra, ya del todo, la balanza fiscal que pide Junts, el escenario político estatal se enrarecerá aún más si cabe.










