Primera Plana

El Blog de Rafael Álvarez Gil

Expresiones capitalistas

Expresiones capitalistas

Las contradicciones del neoliberalismo son poderosas. Tanto o más como es su poder. La democracia vino y se expandió de la mano del capitalismo pues, a fin de cuentas, el libre mercado reemplaza al Antiguo Régimen, la burguesía a la nobleza (como el proletariado a los siervos) y deviene todo en derechos económicos y de propiedad que pronto tropezarán con los derechos sociales. La democracia, por ende, nace del conflicto y la insatisfacción. Y el capitalismo le da salida, le ofrece una respuesta. Como este mismo capitalismo luego tiene que hacer lo propio (también tras un conflicto) con los derechos sociales que demandan los trabajadores.

La gran virtud del capitalismo no es solo que se muta ante los ataques diversos que lo cuestionan sino que, encima, aprovecha la crisis como oportunidad y le saca partido atrayendo aquello que le interesa desde el factor oponente. Dicho en plata, el mismo capitalismo ungido desde el pacto social de posguerra es una forma más, otra más, de preservar al capitalismo en sí mismo. El keynesianismo, su apuesta por la intervención del Estado en el libre mercado, es salvaguardar al capitalismo ‘per se’; capitalismo de rostro humano, pacto entre capital y trabajo o Estado del Bienestar son, al fin, expresiones capitalistas para proteger al capitalismo mismo.

El capitalismo es al poder lo que los partidos políticos son al pueblo y, por consiguiente, ninguna sigla se presenta ante el electorado como protectores de los intereses de las minorías poderosas. Las expresiones capitalistas son rebuscadas o sigilosas. Querrán serlo algunas formaciones, y así lo hacen al defender los intereses del momento del capital, pero nunca lo manifiestan abiertamente. No lo confiesan. Los grandes propietarios son pocos votantes. De hecho, hay partidos políticos que se autodenominan socialistas o comunistas pero ninguno capitalista.

Si el capitalismo vertebra a las democracias parlamentarias ante las sociedades estamentales previas, y así lo concebimos en los siglos XIX y XX, ¿cómo es que el neoliberalismo ensalza tanto al individuo y patrocina el darwinismo social?

En última instancia, la democracia liberal (no digamos ya la social) choca más temprano que tarde con las esencias neoliberales (como apogeo, como capitalismo en su esplendor) que cortan los lazos colectivos, auspician el vicio y pecado individual y, a la postre, sacraliza el mercado frente a la democracia si es menester. Por eso, no es de extrañar que las dictaduras suramericanas (como la chilena) en las que experimentó el neoliberalismo de primera hora, a la vez laminasen los instrumentos de participación política colectiva y, desde luego, a los sindicatos de clase.

El neoliberalismo rompe los viejos esquemas laborales fordistas (en los que se desenvolvió con soltura el sindicalismo) y ahora cabalga sobre la revolución digital en aras de ahondar en las desigualdades de representación política y, por tanto, social. Si para el ‘thatcherismo’ la sociedad no existe, hoy se impone la máxima individual aún con más motivo ya que la Gran Recesión de 2008 ha servido como pretexto antisindical y antipolítico. La democracia se antoja, en puridad, como una mercancía más; como un elemento al servicio del neoliberalismo que es, en suma, el capitalismo en un estadio superior y desbocado. La mano invisible no trabaja para la democracia, no ordena la democracia.

Las expresiones capitalistas en su fase ulterior ponen en jaque la vertebración sociopolítica nacida tras el conflicto que determinó los dos últimos siglos. Así pues, cabe concluir que el cambio de periodo histórico aparece como un meandro más a sortear por la potencia del capitalismo que, ya revestido de neoliberalismo sin complejos, hace y deshace sin que concurra (al menos, de momento) una respuesta colectiva organizada. El neoliberalismo, sus expresiones capitalistas en etapa superior de incontestable victoria, no se siente amenazado ni acotado. Esa es la paradoja del neoliberalismo, de las expresiones capitalistas más refinadas, que oprimen hoy sin recato. La naturaleza del neoliberalismo es insaciable.