Primera Plana

El Blog de Rafael Álvarez Gil

Divorcios ochenteros

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Las series de televisión son un instrumento de socialización, hasta tal punto que más de uno ha estudiado una cosa o la otra, o quiso tener determinada profesión, en función de lo que vio en la pequeña pantalla durante la infancia o adolescencia. Mas resulta que antes, hasta la década de los ochenta, ese reflejo televisivo contenía (porque iba de suyo) el compromiso social. A quién no le gustaría ser abogado laboralista para defender a los trabajadores y al sindicato tras ver los largometrajes sociales del siglo XX… Pues otro tanto ocurre, por ejemplo, con ‘Anillos de oro’, protagonizada por Ana Diosdado e Imanol Arias. La estrenó TVE en 1983, todavía no había cadenas de televisión de titularidad privada, y aquí (en vez de letrados laboralistas) lo son civilistas justo cuando España se desparrama con la recién aprobada ley del divorcio, obra postrimera de la UCD.

La España del siglo XX está repleta de varias generaciones, las de nuestras abuelas y madres, que soportaron matrimonios desdichados donde fueron infelices e incluso frustradas. Muchas no pudieron estudiar, por ausencia de posibles económicos, por celos o por no querer el hombre de turno. Por no olvidar el machismo estructural y las miserias del patriarcado. No había divorcio y, por tanto, tocaba aguantar, nacionalcatolicismo mediante.

Uno de los logros de ‘Anillos de oro’ es que atestigua cómo una cosa son los cambios normativos y otros los sociológicos. Entrar en vigor amén del BOE no significa el despliegue efectivo y material al instante del texto normativo que se tercie. Y aquella España ochentera contenía aún resistencias importantes al divorcio, el feminismo y la liberación de la mujer.

En 1983, año que se estrena la serie, estaba aún lozano Felipe González en La Moncloa; cabalgaba sobre los 202 escaños obtenidos en octubre de 1982. El país iba rumbo a la modernidad, gracias a la incorporación al proyecto comunitario que se sentía cercano ya; mas eso no evitaba disparates y actitudes antidemocráticas como el terrorismo de Estado perpetrado por los GAL. Esto es, en los ochenta perviven los claroscuros de la Transición con el inicio (de verdad) de la democracia. Es la década del paso a la modernidad con altibajos en el camino. Aquel PSOE vislumbraba la modernización al tiempo que su líder carismático era capaz de vender una nevera en el polo norte. Era tan locuaz González, aquel González, que sus mítines eran orgías de emociones aunque ya por entonces se dejase atrás la costumbre de levantar el puño; pronto llegaría la llamada ‘beautiful people’ del PSOE codeándose con el glamur elitista de Madrid. La sociología que irradia las series de televisión, incluso décadas después, nos permite comprender fácilmente cómo fueron las cosas. Y los asuntos de familia y divorcios, eso sí, son una tónica. Un clásico del amor y el desgarro.