Primera Plana

El Blog de Rafael Álvarez Gil

Chile y hoy

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Algo muy truculento tienen los golpes de Estado, léase la ironía, pues es evidente su atrocidad y naturaleza antidemocrática, que intentan que pasen al olvido (máxime, cuando el poder instaurado que provocó la sublevación decae) para dejar de narrar el presente. A fin de cuentas, militares que traigan la democracia, son cada vez menos; no todo es la Revolución de los Claveles en Portugal de 1974. ¡Ah!, que el presente político es narrado por el pasado: sí, y por eso los historiadores tratan de desgajar; aunque hasta cierto punto, porque la política como teoría del poder está siempre sobrevolando. Pero volvamos a los golpes de Estado: Chile, 1973; derrocamiento del gobierno popular y socialista de Salvador Allende por parte de los militares golpistas comandados por Augusto Pinochet. A la derecha no le interesa recordarlo. Tampoco a aquellos que en España hacen lo propio con 1936; hasta José María Aznar se cuidó en la década de los años noventa de ‘viajar’ al centro, reconocer a los brigadistas internacionales y realzar al republicano Manuel Azaña. Luego, mayoría absoluta mediante, ‘el ‘aznarismo’ se destapó con toda su crudeza.

¿Y por qué evitan rescatar el Chile de 1973? Razón: además de ser un golpe de Estado y, por tanto, un acto antidemocrático, porque en la dictadura de Pinochet se concentran muchas de las claves del neoliberalismo que sufrimos hoy. El afán por el Estado mínimo, las privatizaciones, el desmantelamiento del Estado del Bienestar, la prevalencia del individuo (y su ego consumista) sobre lo colectivo… Todo eso ya estaba en el Chile de Pinochet de la mano ideológica de los ‘Chicago boys’. Por tanto, la revolución neoconservadora de marchamo neoliberal de Margaret Thatcher y Ronald Reagan también existía en la dictadura ‘pinochetista’. Chile fue un laboratorio del neoliberalismo, cuyas consecuencias aún en 2025 impregnan.

Si el neoliberalismo no solo planeó sobre las democracias británica y estadounidense sino que se apropió de la dictadura en Chile, sin olvidar su enorme represión y contagio en el continente, ¿cómo va a interesarles a las derechas en 2025 rescatar ese episodio? Evidentemente, no les viene al caso pues sería remarcar el origen (en parte) del capitalismo incontrolable que nos atenaza.

Thatcher estaba en contra de los sindicatos. Pero Pinochet igual. Si la sociedad no existe, tan solo los individuos, como reza el ‘thatcherismo’, lo colectivo se disuelve en aras de que las privatizaciones santificadas y bendecidas por el libre mercado imperen a costa del resto. Si no hay frenos colectivos, bajo el formato de derechos y organizaciones como los partidos y los sindicatos de clase, ancha es Castilla para ejecutar los objetivos de los poderosos. Y si no hace falta perpetrar un golpe de Estado, como en Chile en 1973, pues más limpio y decoroso resulta todo. La sangre no solo mancha camisas y pantalones, y provoca lágrimas, sino que deja para la eternidad el eco de su injusticia. Por eso, precisamente por eso, todavía en 2025 las derechas se sienten incómodas si proyectamos el Chile de 1973 y la España de 1936. No es para menos.