Primera Plana

Columna de Rafael Álvarez Gil

Bipartidismo y la clase media

Bipartidismo y la clase media

El bipartidismo y la clase media son las dos caras de la misma moneda. Se puede tener bipartidismo (al estilo decimonónico) entre conservadores y liberales o entre liberales y partidos obreros que adopten el nombre de laborista, socialista o socialdemócrata. Pero el bipartidismo y la clase media a la que aquí nos referimos es otra: es la de la segunda mitad de siglo XX que operaba con una formación de centroderecha y otra de centroizquierda. Claro está, este sistema descansaba sobre la paz social y las expectativas materiales y de bienestar invariablemente en aumento que, al fin, arrojaba (recíprocamente) un voto centrípeto.

La Gran Recesión de 2008 finiquitó este modelo. Lo hizo saltar por los aires. En España es cuando irrumpen Podemos, Ciudadanos, Vox y demás partidos que puedan aparecer a este ritmo. Pero PSOE y PP eran (y son) las siglas dinásticas y sistémicas.

Por tanto, el éxito del bipartidismo y la clase media radicaba en que esta votaba (más o menos) tanto al PSOE como al PP. Todos quieren ser clase media (no ser menos que el vecino) y, por ende, todos los partidos tratan de ganar este espacio sociológico, ya venido a menos. Al confort y certezas de la otrora clase media le ha sustituido la precariedad (el modelo ‘low cost’), fruto de que el ascensor social se ha averiado.

Si quieres que haya bipartidismo (imperfecto en España por la convivencia con los nacionalismos periféricos y los terceros partidos estatales de menor magnitud) tienes que tener una clase media importante, vigorizada. Si no la tienes, la ciudadanía es pasto de los populismos de toda laya y de los discursos reaccionarios. Por eso Vox, al estilo ‘lepenista’ francés, trata de cautivar el voto obrero que tradicionalmente ha votado a las izquierdas; si, encima, es en el ámbito rural, con mayor ahínco lo intenta.

La crisis financiera de 2008 dinamita el pacto entre capital y trabajo ungido al final de la Segunda Guerra Mundial y que da lugar a las llamadas tres décadas de oro del Estado del Bienestar; hasta que la crisis del petróleo de 1973 destartalara el keynesianismo y, poco después, asomara la revolución neoconservadora de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.

La izquierda no supo vislumbrar lo que significaba la sociedad de consumo, como tampoco vio venir Mayo del 68. El mayo francés se produce gracias a la confortabilidad material y seguridad que los padres (que conocieron el horror de la guerra) han dejado a sus descendientes. La naturaleza del ‘sesentayochismo’ es posmaterial.

De hecho, la clase media que emerge durante el tardofranquismo al calor del desarrollismo económico, es factor esencial en la Transición. Esta clase media pide cambio político pero con seguridad. Hay un tono conservador en el rol que desempeña la clase media. Y en las primeras elecciones generales de 1977 las dos opciones más votadas son las que convergen hacia el centro (UCD y PSOE) y no las que habitan en los extremos (AP y PCE). Y esta misma clase media (que se reproduce de una generación a  otra) es posteriormente el granero del bipartidismo. No hay más. El bipartidismo y la clase media se retroalimentan; si falla lo segundo, no aguarden demasiadas posibilidades por lo primero.