Primera Plana

El Blog de Rafael Álvarez Gil

PPP

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Pier Paolo Pasolini (PPP) fue uno de los grandes intelectuales, central, del siglo XX italiano. Católico, comunista y homosexual; fue su espina dorsal a la que se unió, la mencionada, de la intelectual. Un intelectual que no moleste a la sociedad no es un intelectual, tan solo si acaso un ego fatuo afanado de falsa grandeza que alimente su pacata vanidad. Mercancía averiada. Los intelectuales no solo han sido faros de cara a la sociedad, aportando claridad al tiempo que, insisto, zarandean a todos, sino que son estabilizadores (y, en ocasiones, revolucionarios) políticos. Y eso fastidia. A PPP lo asesinaron.

Y ahí quiero llegar: sin intelectuales que operen con normalidad, no hay democracia (tal como la entendemos) que resista. Si todo vale, si todo tiene el mismo precio, cuando realmente no es así, se difuminan los cánones de la sociedad y se desvirtúa lo atesorado gracias al esfuerzo de las generaciones precedentes. Y la democracia en sí, también la democracia social de posguerra de la segunda mitad del siglo XX, es obra de un ingente esfuerzo colectivo anterior. No fue un regalo. Por tanto, en cierto modo, el intelectual custodia lo heredado, le otorga valor recordándolo de cuando en cuando, y aporta estabilización a la arquitectura política.

Otras veces, no es así; y toco entonces ejercer el papel revolucionario. Los intelectuales disponen, como los coches, de un acelerador y un freno que sopesan utilizar en cada momento. Mas cuando impera la inundación de la información, la posverdad y todo se contamina, ¿cómo descuella el intelectual ante el resto?

Hace poco más de una década, al albur de los efectos de la Gran Recesión de 2008, Mario Vargas Llosa se preguntaba dónde estaban los intelectuales. Sospecho que nunca encontró respuesta pues la deriva fue a peor en este sinsentido occidental donde los valores y pilares democráticos se pierden a favor de la sociedad de consumo, la banalización y la pérdida de compromiso. Todo intelectual necesita, por consiguiente, y para entendernos, una masa social a la que dirigirse. Es un vínculo recíproco. Pero la masa es conjunto de luchas colectivas que se defiende a sí misma; principalmente, el movimiento obrero de los siglos XIX y XX que logró para sí lo que nadie antes. Sin embargo, la atomización actual, el envalentonamiento del individualismo y la derrota del mundo del trabajo como eje cardinal vital, irradian confusión y enaltecimiento del ego que aparca las cosechas colectivas. Esto es, la democracia y el Estado del Bienestar. Dos victorias europeas que PPP vivió, combatió en aras de su entereza y que (hoy) se desparraman sin que sepamos qué hacer.