Primera Plana

El Blog de Rafael Álvarez Gil

¿Resistir?

¿Resistir?

¿Resistir?

La política es poder, y el poder transforma implicando cambios en las estructuras y modificando, tocando y molestando intereses. Mas cuando estamos inmersos en una crisis sistémica la cosa se complica. Es decir, por ejemplo, en 1996 Felipe González se congratula en que entonces no forzó parlamentariamente que José María Aznar no fuese investido como presidente del Gobierno, lo dejó pasar por así decirlo, si bien la cuestión hoy es otra: roto el neoturnismo, ¿Qué razón hay para librar la senda a un PP atado a la ultraderecha? Por tanto, el lazo de Pedro Sánchez a La Moncloa es recíproco a la hipoteca de Alberto Núñez Feijóo a la ultraderecha. Por consiguiente, la cosa se complica: ya no estamos ante la alternancia de la Restauración alfonsina (1876-1923) entre progresistas y conservadores, en realidad, el sistema del 78 emula aquello actualizándolo, sino frente a un bipartidismo venido a menos cuya pérdida de pujanza ha mermado los créditos del arco parlamentario y la gobernanza. La frescura de la Transición hace tiempo que se agotó y obliga a rescatarla, aun con la duda de cómo regenerar aquel pacto intergeneracional a izquierda y derecha, plasmado en la Constitución.

A su vez, a ambos extremos ideológicos les interesa que PSOE y PP se distancien y no haya ningún tipo de acuerdo. Eso es malo. Se pierde centralidad, no se amansa (en lo posible) la agenda política cotidiana. Pero los bloques, bloques son; y ninguno cederá. Sánchez tiene en contra las encuestas. Y no es poca cosa. Mas igualmente Feijóo convive con la contrariedad de que no tendrá mayoría absoluta y que, si el PSOE no hace lo de González en la década de los noventa, irrumpe el peligro de meter ministros de Vox en el Gabinete central. Las tiranteces son, por ende, múltiples y cruzadas. Lo que atañe a Sánchez le importa, le guste o no, a Feijóo; y al revés.

Es más, bien mirado, Sánchez nunca iba a gobernar si no llega a ser por la moción de censura que presentó contra Mariano Rajoy en el verano de 2018 y que, por primera vez, prosperó. Sánchez había perdido en las urnas tanto en 2015 como en 2016, y si hubiese habido una tercera ronda en las urnas, otra derrota le habría caído. Aquel trance que desgarró por completo al PSOE, y que laminó al ‘felipismo’ y las opciones de Susana Díaz, permitió que, con suerte fruto de la consabida moción de censura, el panorama hoy sea distinto a lo previsto otrora. De aquella carambola, gracias a Carles Puigdemont y a Pablo Iglesias, en 2025 Sánchez sigue como jefe del Ejecutivo.

La situación de Sánchez es complicada. Y puede aún empeorar. Pero sabe que, bajo ningún concepto, le interesa disolver las Cortes Generales y convocar comicios. A la izquierda la dejaría en un estado precario cuyo arreglo todavía no se atisba. Al ‘sanchismo’ le toca resistir, por sus intereses y por evitar a Vox, que es mucho más que un fantasma. Después de esto no se otea nada más. Lo que es peligroso en términos políticos. Finiquitada la alternancia bipartidista, ¿cómo se resuelve la problemática que subyace ante la realidad de que las siglas sistémicas se sienten incapaces y acorraladas? ¿De qué vale una pérdida socialista en las urnas si luego los populares van a estar en un escenario similar al actual? Cuidado: estas respuestas son de naturaleza sistémica y afectan a todos.