Primera Plana

Columna de Rafael Álvarez Gil

Palabra de Argüello

Palabra de Argüello

Algo que caracteriza a Luis Argüello es que concita críticas periódicas a izquierda y derecha. El pasado verano Vox arremetió contra la Iglesia católica liderada por él. Ahora se las ve con Pedro Sánchez, fruto de sus declaraciones al diario ‘La Vanguardia’. La palabra de Argüello no deja indiferente a nadie. Esto es, cuando clama por el discurso social, la izquierda le aplaude y la ultraderecha denuncia una supuesta contaminación de la pureza católica; cuando invoca el clima político que atraviesa el país, Sánchez trata de ponerlo en su sitio.

Probablemente, Argüello no hiló fino cuando nombró expresamente la necesidad de activar uno de los mecanismos constitucionales previstos ante crisis políticas importantes: cuestión de confianza, moción de censura o disolución de las Cortes Generales para convocar elecciones anticipadas. Se metió en un jardín sin necesidad. Sin embargo, el arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española lo que querría sería apuntar (en todo caso) la inestabilidad y zozobra que atañe a España en su ánimo sociopolítico.

Dicho de otra forma, que el país no puede seguir abonado al bloqueo, la polarización y la ausencia de responsabilidades. La palabra de Argüello podía haberse ceñido a esta máxima, o algo por el estilo, y no agitar el runrún parlamentario o de las urnas; y, con este aticismo, hubiese sido igual de aguda la palabra de Argüello, ahorrándose (eso sí) la hoguera ‘sanchista’.

Porque la Iglesia católica hace política, lo que no debe hacer es partidismo. Cuando la palabra de Argüello recientemente estaba destinada (en un mensaje claramente cristiano) a que los caseros no cobren todo lo que la ley de la oferta y demanda promete hoy por hoy pero que, a cambio, se favorece que las familias puedan tener un hogar, no solo estaba invocando el Evangelio sino igualmente estaba haciendo política. Mas es así porque casi todo (por no decir todo) es política.

Es normal que cuando el presidente de la Conferencia Episcopal Española sea prolífico en declaraciones, se equivoque o no acierte en sus límites de aquello que quiere decir.

Por el contrario, abanderar sobre la marcha a modo de contraataque el recuerdo (pongamos por caso) de la bendición de la cruzada (vamos, del golpe de Estado de 1936) contra la Segunda República (que fue así; salvo en el País Vasco), obvia también que esa misma Iglesia católica durante el tardofranquismo puso la cara contra la dictadura. De hecho, el régimen tuvo una cárcel en Zamora solo para sacerdotes. Y célebre fueron los esfuerzos sociales de los curas obreros de las periferias de las grandes ciudades. Por no olvidar que numerosas reuniones iniciáticas de lo que luego sería Comisiones Obreras, tuvieron lugar en parroquias.

En fin, que cargar contra Argüello (con más o menos razón) no sirve para tapar la preocupación creciente en el país con respecto a nuestra situación política. Por esta senda, acabaremos mal.