Primera Plana

Columna de Rafael Álvarez Gil

La mujer y la modelo

La mujer y la modelo

En la España de la década de los noventa Mar Flores era, no solo la mujer y la modelo, sino el estandarte eufórico de la belleza enaltecida y el esplendor de la fama; el éxito en un país que mecía entre dejar atrás las estrecheces ochenteras y abrirse a la modernidad.

Mar Flores fue bisagra icónica de las revistas en los quioscos entre el final del ‘felipismo’ y la entrada en La Moncloa de José María Aznar; entre el decir adiós a cualquier tipo de incomodidad heredada, tras años de democracia, y saborear en lontananza el universo del dinero fácil de la burbuja inmobiliaria que se husmeaba en cada esquina.

Mar Flores se erigió en la mujer y la modelo que, a la par, fue carne de cañón de la prensa rosa y sensacionalismo sin escrúpulos cuando aún no había internet y, por ende, lo que decían las portadas iba a misa. Pero nunca atendieron a la persona y, ahora, trata de explicar su vida, sus trances oscuros y debilidades, en sus memorias tituladas ‘Mar en calma’ (La Esfera de los Libros).

Con frecuencia, la belleza se torna en esclavitud social, en hipoteca onerosa producto de las miserias, envidias, celos y machismo. Pronto le ocurrió a la modelo cuando, tras un golpe de fortuna en un concurso y posterior viaje a París, donde lo pasó realmente mal, fue escalando posiciones en esa España del ladrillo que, en breve, como rezaría el ‘aznarismo’, iba bien.

La mujer y la modelo sufrió machismo a raudales. Y toxicidad en las relaciones personales. Se codeó en un mundo, que no era el suyo por origen familiar, de poder empresarial y famoseo donde es recurrente la impostura y la falsedad.

El donjuanismo tiene como elemento esencial aprovecharse de la inseguridad de las mujeres; de la inseguridad que puede sufrir cualquier persona. El donjuanismo es machismo. El donjuanismo es ego. El donjuanismo es mero dominio. El donjuanismo no es amor. Y, por consiguiente, Mar Flores como la mujer y la modelo que encarnó, fue víctima de ese ramillete de falsa masculinidad donde todo es usar y tirar, cosificación e instrumentalización. En realidad, no le pasa solo a las famosas o arquetipos de la belleza que impone la moda, sino pulula lo anterior en todas las esferas sociales.

Con todo, nadie vio a la persona en Mar Flores. La modelo era negocio periodístico, presa fácil del donjuanismo y la ningunearon en largas etapas de su vida. El machismo, los poderosos y el donjuanismo solo operan con eficacia si la otra persona, la mujer, es insegura y tiene baja autoestima. Evidentemente, el otro en la manipulación y ensalzamiento del ego propio, la confunde. Y le hace daño.

Mar Flores pone en orden su vida para el lector que quiera destripar las desdichas que no se observan en la galería sino solo en la intimidad de cada uno. Aunque para padecer esto, no hace falta llamarse Mar Flores. Ella lo admite. Sus memorias son un baño de realidad; un ejercicio de destape emocional ante aquella España de la tarjeta de crédito y el incipiente ‘berlusconismo’ televisivo. Una sociedad (casi) nada feminista.