Primera Plana

Columna de Rafael Álvarez Gil

Ese Ibarra

Ese Ibarra

Con motivo de las elecciones que se celebrarán en Extremadura el domingo 21 de diciembre, afloran ya diferentes encuestas que van calibrando el avance de la campaña electoral, a la vez que muchas recuperan (de paso) el historial de porcentajes de votos y reparto de escaños desde 1983 (primeros comicios autonómicos de las comunidades autónomas del régimen común) hasta la fecha. Y una de las cosas que llama la atención, por el propio gráfico, es cómo de alto estaba el PSOE ochentero, noventero y hasta de ZP en 2007 con respecto a AP/PP. Eran tiempos entonces de certidumbre en las urnas, vigor de la socialdemocracia y estabilidad sistémica.

Hasta no hace mucho, en aquel PSOE anidaban los barones del sur, como aquel extremeño llamado Juan Carlos Rodríguez Ibarra; que a los más jóvenes que, al parecer, hoy están afanados por votar a la extrema derecha, les tiene que sonar todavía menos que el ferretero de la tienda de la esquina y, sin embargo, a otros muchos o más (y mayores) nos retrotrae a otra época. Ese Ibarra, jacobino y ‘guerrista’, era el mismo que de cuando en cuando soltaba algunas declaraciones (con mayor o menor acierto) que enseguida hacían encender las alarmas en Ferraz.

Ese Ibarra, al que votaban a raudales, concentraba la memoria emocional de un territorio empobrecido, alejado, castigado por la desigualdad social y heredera de la narración de los señoritos y los cortijos. Aún tronaba en la sociedad, y de qué manera, el fuste de lo que Miguel Delibes supo retratar en su novela ‘Los santos inocentes’: la humillación, los terratenientes, la ignorancia, el labrador alienado, el caciquismo… la lucha de clases.

Ese Ibarra era en Madrid lo contrario a lo que representaba el catalán Jordi Pujol. Desde Barcelona, el nacionalismo burgués, decía que repartían la riqueza porque tocaba ser solidarios con el sur peninsular, a modo de una propina o como se ayuda a los países del tercer mundo, es un decir, y desde Extremadura saltaba Ibarra a recordar las historias lacerantes de los señoritos y los jornaleros, los mismos (estos últimos) que en el desarrollismo económico emigraron a los cinturones industriales de Barcelona, Madrid y Bilbao.

Ese voto de clase fue sustituido después del ‘procés’ por la cuestión territorial; eterno dilema que atraviesa a España desde hace dos siglos. En Extremadura ganará el PP como antes lo hacía el PSOE, aunque probablemente con menor respaldo popular. Pero ganará. Por su parte, el PSOE todavía no se ha preguntado cómo remontará cuando Pedro Sánchez deje de ser presidente del Gobierno, que algún día dejará de serlo, más tarde o más temprano.

Cuando el ‘felipismo’ se derrumbó en 1996, quedaban los barones territoriales del sur, el reino de taifas mencionado, que (como ese Ibarra) sustentaba al PSOE cuando le tocaba recorrer el desierto áspero de la oposición. Cimientos sociopolíticos que permitían entender el comportamiento electoral y los ciclos de poder en España que, en cambio, en 2025 suenan al mundo de ayer.